Era viernes por la noche y Juano, un buen amigo, nos invitó a su casa. Tendría una fiesta. No era nada nuevo, siempre armaba rumbas en su balcón. Jamás sabíamos de qué forma lo hacía, mas siempre llegaban muchas mujeres a su piso, apagaban las luces, ponían música y se armaban tremendas fiestas.
Angelina, la rubia de oro
